Hay una navidad de mi infancia que quedó marcada a fuego en mi memoria. Aunque no recuerdo con precisión cuántos años tenía, podría deducirlo a partir de realizar una escala de la pirotecnia permitida según la edad y así encontrar con más precisión de qué época estamos hablando.
Se los paso en limpio, yo me crie en un barrio periférico de la ciudad de Rosario, Argentina, donde la navidad era sinónimo de pirotecnia. Había distintos petardos según la edad de cada niño, como una escala de riesgos asumibles, digamos. Uno se daba cuenta que estaba más grande, el año que sus padres le permitían comprar un explosivo de mayor calibre.
Haciendo un repaso rápido podríamos decir que los más chiquitos usaban “Chasquibum”, unas pequeñas bolsitas de papel que hacía una diminuta exposición al golpear contra el piso. El uso de este tipo de pirotecnia no traía aparejado ningún tipo de riesgo, más que asustar a alguna tía distraída, así que hasta los 4 o 5 años era lo único que se permitía.
Luego, entre los 5 y los 6, se incorporaban las “Estrellitas”. Estas eran varillitas metálicas recubiertas de pólvora que al encenderlas comenzaban a destellar tirando chispitas para todos lados durante unos segundos. Aquí ya se incorporaba el primer riesgo potencial, en caso de que accidentalmente alguien tocara la estrellita encendida, se iba a quemar.
El siguiente elemento aparecía allá por los 8 años y era conocido como el “Fosforito”. Tenía ese apodo porque su presentación era muy similar a… Seguir leyendo: www.wattpad.com/espíritu-navideño
Lic. Comunicación Social
Desde pequeño le han apasionado la escritura, la música y el fútbol; pero si tenemos en cuenta la opinión de sus allegados respecto a cómo se desempeña en sus roles de futbolista o guitarrista, estamos seguros de que esta faceta literaria suya es la menos dañina.
Así que, si es usted uno los incautos que ha caído en la trampa de tomar este texto entre sus manos, tómelo como una señal. Si este atorrante al que nunca le gustó estudiar, que tiene serios problemas con la puntualidad y que prefiere ponerse a jugar a los videojuegos antes que leer un libro, ha logrado imprimir uno propio… imagínese las cosas grandiosas que el destino podría estar preparándole a usted.
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